Creado en 1984, el Centro de investigación para la paz, CIP, fue uno de los primeros centros que se establecieron en la España democrática para proveer información y análisis, sobre la paz y los conflictos, a los gobiernos, los parlamentarios, los medios de comunicación, la universidad, las escuelas y los actores de la sociedad civil. Con una posición crítica y comprometida con los valores progresistas, El CIP ha contribuido al pluralismo en este ámbito, donde suelen dominar intereses próximos al poder económico y político.
El CIP ha mantenido una visión estratégica comprometida en la investigación para la paz. Ha sido un centro de referencia en España y fuera de ella. Ha jugado un papel clave en acontecimientos relevantes como la primera guerra del Golfo, la crisis de los Grandes Lagos, los conflictos en los Balcanes, los atentados del 11-S, o la guerra de Irak. Fueron momentos en los que el CIP respondió a las demandas de los medios de comunicación y de las organizaciones sociales, ofreciendo propuestas y alternativas.
En el segundo semestre de 2006 los nuevos directivos de la Fundación Hogar del empleado, FUHEM, principal donante de recursos y proveedora de la infraestructura con la que funciona el CIP, decidieron eliminarlo y poner fin a sus publicaciones y a las actividades sobre paz y conflictos armados que le eran propias, argumentando que esas cuestiones ya no son relevantes. El motivo real consiste en ciertas disputas legales entre miembros del Patronato, que han durado más de una década. El CIP había logrado mantenerse al margen de esas disputas, pero los deseos de venganza del nuevo Patronato y el afán por anular todo lo logrado anteriormente conducen a la destrucción del Centro. Se trata, una vez más, de los tradicionales forcejeos por el poder y los enfrentamientos personales, que tanto daño han hecho y hacen a las organizaciones sociales y a las causas de progreso.
Destruir es más fácil que construir. La desaparición del CIP supone poner fin a una trayectoria intelectual y política de más de 22 años de trabajo y dilapidar un capital humano y una experiencia difícilmente sustituibles. Con la desaparición del CIP todos perdemos. Queremos manifestar con esta carta, nuestro gran desacuerdo con la decisión adoptada por la Fundación Hogar del empleado. El fin del CIP nos deja a todos con menos voces, y menos pluralidad. Desde ese momento, somos mucho más pobres, intelectual y políticamente.
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